Acompasar gasto al PIB, ¿una buena o mala noticia?

En los últimos meses mucho se está hablando de la vinculación del gasto farmacéutico al Producto Interior Bruto (PIB). No es que me parezca una mala noticia,  aunque tampoco veo en ella la solución a los problemas del sector, especialmente porque no creo que esa vinculación sea para tirar del crecimiento sino para limitarlo. Creo que es un desastre el tremendo desfase que, en los últimos años, se ha vivido en la evolución de estos dos parámetros y hay que actuar por el bien de la cadena del medicamento y la calidad de la prestación en nuestro país.

Entre 2003 y 2013, el PIB creció un 30,8 por ciento, mientras que el gasto en medicamentos (gasto farmacéutico a través de recetas en oficinas de farmacia) creció un 2,7 por ciento. Los únicos años en los que el gasto en farmacia superó a la evolución del PIB fueron 2003, 2008 y 2009. El resto de ejercicios de saldaron en negativo para el sector,  con una perdida importante de valor.

Ahora,  se está negociando vincular de algún modo la evolución del mercado farmacéutico a la riqueza del país.  Me parece que es algo lógico, entendible e incluso necesario. Pero me preocupa una cosa, dado que la iniciativa se toma en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera y  por tanto, por el Ministerio de Hacienda. Creo que lo que se va a buscar no es tanto acompasar el crecimiento del gasto en medicamentos al PIB, sino exclusivamente establecer la mecanismos necesarios para impedir que la compra de farmacia supere a la evolución de la economía. Nada impedirá,  por tanto, que el gasto crezca por debajo del PIB o incluso que no crezca. Lo único seguro es que nunca superará la evolución de la riqueza del país, ya que no parece probable que se establezca un suelo mínimo de crecimiento.

Igualmente, en su primera comparecencia ante los medios, el flamante ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, ha asegurado que próximamente «habrá novedades en el gasto farmacéutico» con el objetivo de «garantizar su futuro». A mí estas palabras no es que me resulten demasiado tranquilizadoras. Creía que con un ajuste de más del 30 por ciento, que ha llevado esta partida a cifras que no se veían desde hace diez años, ya se había garantizado su futuro.

Por este motivo, creo que el sector no debería estar tan ilusionado con ese pacto, que podrá ser muy bien vendido políticamente, pero que no veo claros los frutos para que industria, distribución y farmacia salgan de la situación en la que se encuentran desde 2010. Creo que sería mucho mejor para todos luchar por el establecimiento de criterios objetivos y transparentes de evaluación y decisión de uso de los medicamentos,  especialmente los innovadores, pero también los más antiguos para revisar el uso de alternativas poco eficientes, de manera que permitan optimizar el uso de los recursos así como facilitar el acceso a la innovación con su incorporación habitual a la prestación.